sábado, 10 de enero de 2009

La muerte del hermafrodita.


Martes 16 de diciembre de 2008. La Jornada UNAM.

http://www.jornada.unam.mx/2008/12/16/index.php?section=opinion&article=a03a1cieLa muerte del hermafrodita

El hermafrodita ha muerto. La figura mítica surgida de la fusión del hijo de Hermes y Afrodita con la ninfa Salmacis, que durante siglos ha representado la unión de lo femenino y lo masculino en un mismo cuerpo, ha dejado de existir. Al menos es lo que pretenden algunas de las sociedades médicas más importantes del mundo. La noticia hace saltar en sus tumbas a Theodor A. Edwin, quien introdujo en el siglo XIX las primeras clasificaciones de la condición en la que una sola persona tiene órganos sexuales de mujer y de hombre; a Edward Steinach, que realizó en las primeras décadas del siglo XX estudios pioneros en hermafroditismo experimental; también al célebre médico español Gregorio Marañón y al primer Nobel latinoamericano Bernardo Houssay. ¿Qué fue lo que pasó?

Resulta que en octubre de 2005, en la ciudad de Chicago, se realizó una reunión en la que se determinó modificar la terminología sobre los estados intersexuales, e incluir el hermafroditismo en un concepto totalizador: desórdenes del desarrollo sexual (DSD, por sus siglas en inglés). En la conferencia, organizada por las sociedades Europea de Endocrinología Pediátrica, y Lawson Wilkins de la misma especialidad, con sede en Estados Unidos, un grupo de 50 expertos decidió ¡por consenso! abolir el hermafroditismo.

Y no es que hayan desaparecido los casos de lo que antes de ese acuerdo conocíamos como hermafroditismo verdadero (cuando una persona posee simultáneamente testículos y ovarios), ni los seudohermafroditismos (el femenino, en el que en una persona hay ovarios y estructuras sexuales masculinas; o el masculino cuando hay testículos y órganos sexuales femeninos), sino que ahora cambia la manera en que debemos referirnos a ellos.

El cambio muestra que en la medicina occidental del siglo XXI hay un predominio de la genética como criterio principal en la determinación del sexo. La morfología fue durante siglos el elemento principal para definir dos sexos. Ser mujer u hombre dependía de las formas. Luego, al arrancar el siglo XX, se incorporaron criterios funcionales; las glándulas de secreción interna y sus productos se colocaron en lugar privilegiado. Ahora, la anatomía y las hormonas ocupan lugar secundario, pues todo se ve desde el lente de un determinismo genético.

Entonces el hermafroditismo verdadero no tiene razón de existir y ahora debemos referirnos a él con el nombre de "DSD ovotesticular", término que en mi opinión es bastante feo frente al hermafroditismo verdadero –perdón, pero siempre he creído que la estética tiene que ver con la verdad científica. El peso de la genética es más claro en la nueva nomenclatura de los seudohermafroditismos, pues al femenino hay que llamarlo ahora "46, XX DSD" y al masculino "46, XY DSD", con lo que se elimina la carga endocrina y se le cuelga la genética.

De modo interesante, en la nueva clasificación surgen dos nuevas categorías independientes de los hermafroditismos: se trata de los "hombres" que tienen dos cromosomas femeninos, a los que debemos referirnos hoy como "46, XX DSD testicular", y los "hombres" que tienen cromosomas masculinos pero fenotipo o formas femeninas, a los que a partir de ahora habrá que llamar "46, XY disgenesia gonadal completa". Esto es importante, pues en 1993 Anne Fausto Sterling, especialista en biología molecular, sacudió al mundo intelectual señalando que no había dos sexos (hombre y mujer), sino cinco, pues, en su opinión, era necesario incluir además a los hermafroditas verdaderos y los seudohermafroditas. Ahora, siguiendo el razonamiento de Fausto, de acuerdo con la nueva clasificación a la que me refiero, habría no dos ni cinco, sino siete sexos.

Pero el cambio en la nomenclatura de los estados intersexuales es sólo fachada. El artículo producto de esta reunión, aparecido en 2006 (Pediatrics 118 (2): e488-e500), contiene en su parte medular el consenso oficial de esas comunidades médicas sobre el manejo completo de los estados intersexuales, a los que, además de considerar siempre patologías, debe rencauzarse dentro de las categorías únicas de mujer u hombre. Se trata de la expresión más acabada de la medicina científica para definir y determinar el sexo en los humanos al iniciar el siglo XXI. No me referiré por ahora a estos criterios consensuados, pues ya de entrada me pareció impresionante la abolición del hermafroditismo

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Mi opinión al respecto:

Nuevamente, observamos aquí la lucha, prácticamente inconsciente, por mantener todo dentro de una clasificación que sea sencillamente "controlable" y que no amenace la imposición binaria del sexo/género.

Se continúa con el epíteto "desorden"...y seguimos leyendo "Desórdenes del Desarrollo Sexual", en la mayoría de los escritos científicos relativos al estudio de las condiciones intersex.

¿Por qué un "desorden"? Como ya se ha observado, estudiado y comprobado científicamente, y también como ya se ha mencionado antes, únicamente se podría verificar que existe un desorden en aquellas variantes englobadas dentro de la intersexualidad, que implican un inherente peligro para la integridad física y la salud del paciente. Pero, aquellas otras variantes que no amenazan en nada esta integridad, ¿son catalogadas como desórdenes bajo el pretexto de que sin la "normalización" debida, quien las padece podría sufrir un atentado contra su normal desarrollo psico-sexual? Pero, ¿es que acaso esa "normalización", sin previo consentimiento consciente del implicado, no es un grave atentado contra su derecho a decidir sobre sí mismo, así como también una grave falta hacia su identidad, puesto que se pasa por alto la percepción que este individuo tiene de sí mismo en ese cuerpo "sexuado"?

La comunidad científica pasa por alto que somos MUCHO MÁS que un cuerpo "sexuado". Y si luchara, ante todo, por salvaguardar nuestra salud e integridad total (entendidas como bienestar en todos los órdenes, sea psíquico, sea social, sea físico...así como todos aquellos que sirven como puentes para la interacción con el ambiente y la integración e inserción dentro de la sociedad), entonces consideraría que un cuerpo que busca ser visto como un continuum en donde la identidad y la propia percepción de sí mismo pueda verse debidamente "arraigada", debe ser respetado en su integridad, sí, pero, ante todo, deben respetarse los derechos humanos de ese individuo que se percibe a sí mismo en/dentro/a través de ese cuerpo "sexuado".

¿Hasta cuándo comprenderán los creadores de "desórdenes" que un cuerpo no es NADA sin la psique del individuo que lo "habita?

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