sábado, 10 de enero de 2009

En el jardín de la Cábala Hermafrodita.


Angelina Muñiz-Huberman

Soy como soy y puedo ser más. Una ventaja, no una desventaja. Alquimia me formó y natura se rió. Existí en todas las épocas, causando miedo y sorpresa. Perseguido o enaltecido. Hombre y mujer: Hermes y Afrodita unidos: nace el imposible y bello Hermafrodito, de quien se enamora la ninfa Salmacis: al no ser correspondida pide a los dioses unirse a él para siempre. Extraño. Eso sí. Extraño ser. La cumbre de la ambigüedad. Positivo y negativo. Verde y rojo. Amor a todo extendido. Cántico alto y bajo. Contratenor natural. Puedo escoger. Puedo cambiar. Puedo decidir. ¿Qué soy? Soy.

El amor al nombre de Dios es, pues, total. Lo que no logró ningún místico. Se le puede amar desde la perspectiva masculina hasta la femenina. Los rezos se entonan en toda la regla gramatical. El sueño de la semántica abarcadora se logra.

¿En qué trabaja un hermafrodita? Ante todo en un circo: puede ser la mujer con barba y el hombre con pechos. Es poderoso y delicada. Alto y redondeada. Sol y Luna. Oro y plata.

Soy lo que soy.

Pues sí, soy muchas cosas. Empecemos. Soy el verdadero sueño de la imposibilidad. Lo que debió ser el origen. Los dos sexos en uno. La unidad alcanzada. La esfera original que lleva en sí el principio y el fin. El nacimiento y la muerte. La total soledad y compañía. Soy los opuestos integrados. Ya no más luchas: el proceso de la creación sin conflictos. Puedo ir a la guerra y puedo quedarme a bordar pañuelos. No más separación. La masturbación bien entendida. El orgasmo bipolar.

Soy lo oculto y lo manifiesto: todo en uno.

Soy la creación: me puedo autofecundar. Mis hijos son auténticamente míos. No tengo dudas. Y si las tengo permanezco infértil. Mis hijos son de todo tipo: pensamientos amalgamados que producen máximas ideas. Mis rasgos son el intelecto y la meditación. Mi cuerpo se funde y al fuego del atanor renace.

Soy el sueño dorado –y logrado- de los incestuosos: dos hermanos en uno.

También me llaman andrógino y soy, por eso, la perfección espiritual, el arquetipo metafísico.

No importa si cuando nací mis padres no supieran qué hacer conmigo: ¿es niño o niña? ¿cómo lo vestimos? Tal vez de niña. Sí, es mejor de niña y que después ella decida. Pero había problemas al exhibirme desnuda ante otras niñas. Además, me gustaba subirme a los árboles y jugar con trenes y disparar pistolas de juguete. Aborrecía las muñecas, aunque me divertía tejer y destejer con ovillos de todos los colores. Y también coser y cocinar. ¿Qué sería, en fin? Pues, la alternancia, decidía yo. La alternancia.

Unas veces un sexo, otras otro. ¿Qué mayor flexibilidad? La bisexualidad en marcha. Amar cada clase de ser humano, sin discriminar, sin temer. Qué limitación, qué estrechez los que están atados a un sexo definido: ¡qué horror! Son los que hacen la guerra. Yo hago la paz y es mucho mejor. Incluso mejor que el amor. Sólo yo comprendo el amor. Y la paz.

En realidad, comprendo todo mucho mejor que los unisexuados. Combino en mí dos perspectivas y al ser dos, son doscientas, dos mil o dos millones. La exageración es mi fuerte. En todo exageré desde que puse en aprietos a mis padres y al médico y al maestro y al sicólogo y a la caraba en moto.

Mi columna vertebral es eso: una columna vertebral. Una columna vertebral que pertenece a los más antiguos dioses. Ya que soy la totalidad y la integración de los opuestos. He aquí que soy la Unidad. Auténtica. Sin desperdicios.

Soy una fuerza espiritual que provoca angustia e inquietud. Porque aunque me defienda, la verdad es que soy un ser intermedio. Ambiguo. Esa es la palabra: ambiguo. ¿Y polémico? ¡Polémico! No sólo pertenezco al pasado, sino, claro, al incomprobable futuro. Por lo tanto, se espera todo de mí. O nada. ¡Ay!

También me atribuyen no ser real, sino producto de la imaginación. Ergo, nací de la mente de alguien, o de su cerebro, o de su cráneo. Ah, esto me recuerda a Atenea. Con su complicado parto cerebral jupitoriano. Sus problemas en torno a la castidad. Su vestimenta mixta: túnica femenina, casco y lanza de guerrero. ¿Sería hermafrodita?

¿El conocimiento es hermafrodita?
Creo que sí.

Si paso al arte de la alquimia, soy Mercurio, el inestable, el mensajero. El que va y viene, viene y va. Que participa: es y no es. Movedizo como el azogue. Explotado por los dioses que lo mandaban de un lado a otro. El juego del termómetro. Columpio de plata. A veces estoy representado por una figura de cabeza doble (más puritánico, que lo doble es otra cosa) y acompañado de la palabra rebis, doble cosa (ahora sí).

Por cierto, no necesito hablar de sexo. Yo soy el sexo absoluto.

¿Y los cabalistas, qué pensaban de todo esto? Buena pregunta. Difícil respuesta. Tendré que investigarlo. Por lo pronto, me digo: ¿hubo cabalistas hermafroditas? Si no los hubo, los habrá.

Ahora recuerdo que el Adán primigenio, Adán Kadmón, era masculino y femenino a la vez, antes de la existencia de Eva. En el Génesis 1:27 dice: "Varón y hembra los creó". Constituía Adán Kadmón los pilares del mundo: la unión de lo activo y lo pasivo. La tierra en sí, los cuatro elementos. La falta de secretos.

Lo que se repite en la tradición alquímica al afirmar la unión de los opuestos como la corona de la perfección. El hermafrodita apoya sus pies sobre un dragón que simboliza el poder sobre la tierra, el agua, el aire y el fuego. Es el origen de la creación, ya que hombre y mujer por separado son infértiles.

El yin yang, pasivo y activo, se me asemeja como el orden universal que represento.

Por eso Platón pensó en un ser doble de doble sexo para el amor perfecto.

Y no olvidemos que Tiresias antes de ser hombre fue mujer como castigo por haber visto el cuerpo desnudo de Atenea. Dos cosas aquí: convertir en mujer es un castigo y de la mujer adquirió el don de la profecia. "N´est pas mal!", digo, lo último. Porque yo amo a los dos sexos y no creo que pertenecer a uno o al otro sea un castigo.

A Shakespeare, a Cervantes, a Calderón de la Barca, a Lope de Vega, a Tirso de Molina y, no faltaba más, a la querida Virginia Woolf les dio por los herma. Más bien, el teatro fue el medio de satisfacer el travestismo. Que me visto de mujer y soy hombre. Que soy mujer y me visto de hombre. Que me da lo mismo y que lo mismo me da. Oscar Wilde vestido de Salomé. ¿Salomé vestida de Oscar Wilde? Greta Garbo de reina Cristina vestida de hombre. Sarah Bernhardt haciendo de Hamlet. Marlene Dietrich, Judy Garland, Shirley MacLaine, de semitravestistas: con medias negras y tacones, frac y sombrero de copa.

Sigo encontrando datos: aparte de Adán hermafrodita, está Zeus hermafrodita según algunas leyendas. Que para ser el dios de dioses tenía que abarcar la sexualidad completa. Mientras que en Chipre se adoraba a una Afrodita barbuda. Dionisio también gozaba del medio camino entre lo masculino y lo femenino. Y están las tradiciones chamánicas, según las cuales los sacerdotes se visten de mujer para oficiar y representar la situación ideal de dos sexos en uno. Frontera entre ilusión y realidad. Y ahora caigo en la cuenta, están también los sacerdotes católicos y sus trajes talares.

Las amazonas. Oh, las amazonas: acomodadas a la guerra se cortan un seno para mejor disparar flechas. Hoy se convierten en soldadas, en acróbatas, en gimnastas, en corredoras, en tenistas. El intercambio de papeles en el gran teatro del mundo. O la gran igualdad por fin alcanzada. Todos somos hermafroditas.

El espanto o la idealizada belleza. Esos cuadros y esas estatuas de personajes ambivalentes. Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Giovanni Battista Caracciolo, Aubrey Beardsley. O repulsivos como el hombre que amamanta, de José de Ribera. ¿Son hombres? ¿Son mujeres? ¿Ambos? El nombre es masculino pero parecen féminas. O viceversa. ¿Entonces? Así es. El nostálgico sueño de la unidad recobrada. Del Paraíso integrado. De la trasgresión aceptada. Porque de eso se trata. De que la trasgresión se vuelva la norma y la norma, trasgresión. ¿Qué tal? El caso es nunca estar contentos.

¿Pecado de envidia? Lo que sobra y lo que falta: enigma sin resolver.

Problemas modernos: soldados que se vuelven mujeres: soldadas que, como la antigua doncella del romancero, arrojan las armas y piden el huso para hilar: campeonas olímpicas que resultan ser hombres: transexuales que piden sus derechos ante la ley. Ganancias en este mundo ambivalente: las Olimpiadas de 2004 aceptan deportistas transexuales. Como dice una mi amiga: "It breaks my heart!"

¿Qué más, que más puedo decir? Falta la parte científica. Reuní muchos artículos para tratar de entender el problema. Luego sí es problema. Veamos por partes los últimos avances. Según Anne Fausto-Sterling (apellido apropiado, por cierto), existen cinco sexos: la sexualidad abarca mucho más que las dos divisiones clásicas de masculino y femenino. Una tercera clase es la de los propiamente denominados hermafroditas que poseen un ovario y un testículo. Una cuarta es la de los hermafroditas masculinos que poseen dos testículos y algunos aspectos de genitales femeninos. Y una quinta, la de los hermafroditas femeninos que poseen dos ovarios y algunos aspectos de genitales masculinos. En fin, la naturaleza revuelta.

A eso, agrego cómo manejar el asunto desde el punto de vista ético. El Dr. Garry Warne cuenta la vez en que fue llamado al hospital para establecer a qué sexo pertenecía un recién nacido con genitales atípicos. Apocalípticos. No supo establecer si lo que veía era un clítoris aumentado o un pene reducido. El orificio urinario no estaba en la punta del falo, sino en el perineo. Los pliegues genitales estaban parcialmente fusionados. Podía palparse una pequeña gónada de un lado, pero no del otro. El ultrasonido no demostró con claridad si había un útero. Los cromosomas eran mixtos: 46XX/46XY. Y así sucesivamente. ¿Qué se hace en este caso de intersexualidad? (No de intertextualidad.) Si se decide practicar una cirujía para definir uno de los sexos puede ocurrir que cuando el sujeto crezca no se identifique con el sexo que se le asignó. Que sus inclinaciones sean hacia lo opuesto y que ya sea tarde para modificar su situación. Y muy bien podría aducir que la decisión fue tomada sin su consentimiento.

Yo no operaría y que fuera lo que fuese. ¿Tú?, si tú eres el / la del problema.

Es decir, que una solución clínica no lo es sicológica.

El machismo y la figura de don Juan, ¿no serán producto de esta ambición sexual? La oscilación e inseguridad es el deseo de afirmarse exageradamente dentro de un sexo. Tal vez don Juan era hermafrodita y se empeñaba en no reconocerlo. Ya Gregorio Marañón lo había estudiado.

Regreso al principio. Al oscuro momento de los orígenes, de la separación del orden y el caos, de la luz y las tinieblas. De la indiferenciación.

Soy como soy y puedo ser más. Cambio de los cambios. Lectura abierta a toda interpretación. El rayo de luz, kav, reduce el universo y establece el origen de la vida. Nada es definitivo. Ni yo. Mal invento el punto final: aquí termino sin punto

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